lunes, septiembre 24, 2007

Hoy

Tengo un cuerpo celeste enterrado en mi pecho. Llegó ayer, sin avisar. Sé que es celeste porque no pertenece a este mundo. Además sé que es cuerpo porque ha sabido integrarse al mío sin mayores esfuerzos.
Esta mañana se cumplió su sentencia: ha de quedarse palpitando, azuleciendo sus penas y enrojeciendo toda mi calma.
Lo que siento es una pena de Lunes, o de Luna. Es esa pena solitaria que orbita con períodos exactos y controla los mares y la sal de las lágrimas.
Ése cuerpo celeste se estrelló sin mucho aviso, y toda su composición extraterrestre me entristece.
Tengo una pena celeste, una que sólo se remedia con otro cuerpo: el tuyo por ejemplo.

Cae el suave manto
la niebla
el frío.
Cumplo con el amanecer, ojos cerrados.
Todo parece indicar... el universo está cerca, y su arrugada mano acaricia mis astros.

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