lunes, septiembre 24, 2007

Hoy

Tengo un cuerpo celeste enterrado en mi pecho. Llegó ayer, sin avisar. Sé que es celeste porque no pertenece a este mundo. Además sé que es cuerpo porque ha sabido integrarse al mío sin mayores esfuerzos.
Esta mañana se cumplió su sentencia: ha de quedarse palpitando, azuleciendo sus penas y enrojeciendo toda mi calma.
Lo que siento es una pena de Lunes, o de Luna. Es esa pena solitaria que orbita con períodos exactos y controla los mares y la sal de las lágrimas.
Ése cuerpo celeste se estrelló sin mucho aviso, y toda su composición extraterrestre me entristece.
Tengo una pena celeste, una que sólo se remedia con otro cuerpo: el tuyo por ejemplo.

Cae el suave manto
la niebla
el frío.
Cumplo con el amanecer, ojos cerrados.
Todo parece indicar... el universo está cerca, y su arrugada mano acaricia mis astros.

miércoles, septiembre 19, 2007

Marzo, 2005

Voy a dormir un tiempo irresoluble,
voy a encontrar la caja donde escondí
mis chancletas,
mi vieja almohada,

mi paz de niño.

jueves, junio 14, 2007

Ansias de Viernes


Yo te tiré tantas cosas ayer
tantos mensajes que viajaban cuando la aurora
se había escondido.
Te esculpí tantas veces
en arena y sal, en suaves gritos grabados en hielo.
Tú eras el alma que delante parecía detrás.
Eras la espiga, la miel, la hormiga.

Yo te saqué del centro
te puse en la puerta
y te colgué de un árbol
para que te secaras.

Las sombras reanudaron su visita circular
para calmar el tiempo que hacía
El cuerpo en la tierra hacía manchas
y era preciso volar en aquel instante.

Yo no sabía cuántas veces más sucedería el inicio
Ni cuántas veces habría de brotar así de nuevo
desde adentro
Sólo quedaban las trasas, los tristes trastes
del olvido.

Te entregaré mi rostro nuevamente
Y pasarán los días para que llegue el tallo
después de la siembra
y la vida
y el sordo recuerdo
que conozco de ti.

viernes, febrero 23, 2007

viernes, enero 19, 2007

- 9 -



Un millón de mosquitos blancos danzaban en el aire mientras dormía...
Un millón y más, de blancas esperanzas caían del cielo sin aparente culpa.
Yo siempre supe en el fondo, que todo era Dios tirándonos
azúcar.

domingo, diciembre 10, 2006